¡Qué mejor excusa para librarse del color negro riguroso! Estos dibujos también son en negro, pero tienen un carácter mucho más agradable, porque representan al animal que más me gusta en todo el catálogo de sus poses típicas. Eso, y los lunares, alegran la nueva funda del libro un montón.
Las dos telas, la del exterior y la del interior, me las trajo mi compañera Encarna de Sitges el año pasado, y aún no había encontrado en qué usarlas porque me gustaban tanto que me daba pena cortarlas (ese típico fenómeno que todas padecemos). Para darle consistencia a la funda pero conseguir que al mismo tiempo fuera lavable, ya que el roce de las manos acaba por deslucir cualquier objeto, en lugar de cartón puse una entretela muy rígida que se adhiere por las dos caras al planchar. Espero que si la lavo algún día no pierda su forma.
Y para llevarme el libro de viaje (que es cuando más lo uso porque te permite llevar un montón de novelas en el espesor de un centímetro escaso) utilicé el resto de las telas y me hice este estuche con guata normal, en el que caben el e-book y el cable para cargarlo. Se cierra con dos snaps de plástico, que he aprendido hace poco a utilizar y me encantan.