Tengo una verdadera pasión por las libélulas, me resultan fascinantes su aspecto delicado, su brillo, sus colores y los entornos en que viven; aunque a media distancia, pues si las miras de cerca tienen un rostro feroz, y son unas cazadoras precisas y despiadadas que contribuyen a librarnos de los mosquitos.
Así pues, como se puede suponer, uno de los primeros gráficos que busqué en internet y enseguida guardé fue éste.
En mi mente lo asocié a la tela de un bolso roto que tenía, y que guardaba con afán reciclador ya que le tengo mucho cariño (era un regalo de mi hermana). Con todo esto y una caja redonda que me regaló una amiga hace varios lustros y que también estaba algo descoloridilla, conseguí esto que os muestro:
Si bien la tela exterior se reveló como incompatible con la cola y el pegamento textil (no sé por qué motivo), ya que al mínimo descuido salían manchas y arrugas, al final el resultado quedó aceptable.
Su utilidad, clarísima: ahora me sirve para guardar todos los pequeños objetos de bisutería que tengo en forma de libélula ¡por supuesto!
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