Así que aprovechando la importante ocasión del cumpleaños de Lucía, me armé de valor, cogí la bandeja y la lijadora y le quité la pintura y la decoración que tenía (lo siento, no hice fotos del “antes”). Pinté toda la bandeja, por dentro y por fuera, con pintura blanca de caseína (dos capas, lijando entre las dos). Después reservé un rectángulo blanco en el centro, y los bordes también blancos. El resto lo pinté con esmalte de color verde almendra. Repasé el rectángulo, los bordes y el interior de las asas con una línea de rotulador dorado (que de paso sirve para disimular defectillos).
Con un pincel muy fino fui haciendo lunarcitos verdes en el rectángulo blanco, y con un rotulador blanco de punta gruesa hice los lunares en la superficie verde. Después le robé a mi propia hija unas mariposas de su caja de manualidades, y las pegué con látex. Por último, le di una capa de látex a toda la parte plana de la bandeja. Cuando estuvo seco, pegué con pegamento textil la puntilla por el borde, y como toque final le acoplé un cristal cortado a la medida y fijado con silicona transparente.
Este es el resultado, que me encanta y me sorprende, porque ha sido muy bueno a pesar de la improvisación y de mi falta de experiencia en estos trabajos. El día D, con un plato, una taza y un vaso también “especiales”, le hizo poner una cara a Lucía que, como dicen, no tiene precio...
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